Se trata de una historia contada a través de diferentes poemas, donde una casa sube hacia el cielo como un faro. Nadie sabe quién la construyó, ni cómo ni cuándo, sólo que ahí vive una viejecita llamada Carmela Caldo, quien esconde en sus manos un secreto que la convertirá en la artesana de las nubes: la encargada de que cuando miramos al cielo podamos descubrir un sinfín de bellísimas formas.
En una extraña colina hay una casa larga y alta como un faro. Según los viejos más viejos, tiene incontables años, y en ella vive una viejecita que se llama Carmela Caldo. “También su historia es un cuento, uno incluso más extraño, de esos que sólo se encuentran en los libros olvidados”.
De niña, Carmela Caldo reía, cantaba y soñaba; hablaba con los pinos y guardaba las estrellas en una cubeta bajo su cama. Pero un día, ya mayor, al levantarse se dio cuenta de que estaba sola, “tan sola como la única palabra de algún idioma olvidado que hace mucho nadie habla”. Y poco a poco esa risa que la caracterizaba se fue convirtiendo en palabras amargas.
Pero el día menos pensado todo cambió gracias a un ruido que se coló en su casa. Este resultó ser una nubecilla blanca a quien Carmela tomó por mascota. Hasta que se dio cuenta que con Nubecilla podía hacer cualquier forma: una silla, una foca, una boa, una taza, una hoja. El resto de las nubes se enteraron de lo que ella hacía y mañana tras mañana entraban por su ventana para que Carmela les diera forma. “La tejedora tejía, sus manos jamás paraban”. Desde entonces se convirtió en La artesana de las nubes y fue querida y admirada por todos en el pueblo.
Dicen que las rimas de este libro, todas riman con abracadabra. Pero para confirmar eso, habrá que tenerlo entre manos. Y es que La artesana de las nubes es un verdadero tesoro de la poesía infantil que invita a jugar con la imaginación y a entusiasmarse con la inocencia. ¿Nuestro consejo? Es un imprescindible. Hay que tenerlo en casa.
Se trata de una historia contada a través de diferentes poemas, donde una casa sube hacia el cielo como un faro. Nadie sabe quién la construyó, ni cómo ni cuándo, sólo que ahí vive una viejecita llamada Carmela Caldo, quien esconde en sus manos un secreto que la convertirá en la artesana de las nubes: la encargada de que cuando miramos al cielo podamos descubrir un sinfín de bellísimas formas.
Mención Honorífica en el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños, 2013.