Un pajarito me contó que había una vez un reino con rey, sol, mar y todo lo acompaña estos paisajes: islas, playas, peces, algas, corales, brisa... Además, la tierra era fértil, en ella crecía todo lo que se sembraba. Los bosques frondosos con todo tipo de plantas y animales. Y ese reino era el paraíso de las aves.
Pero un día el rey mandó avisar que recompensaría a quien resolviera el problema que amenazaba con matar al reino. Y salieron caballeros de todo tipo y superhéroes dispuestos a ayudar.
¿Pero cuál problema? Pues resulta que un viajero muy viejito, después de atravesar todo el reino lo encontró bonito. Sólo bonito. Y el rey, acostumbrado a que quien pasara por su reino quedara prendado de todas sus bellezas, no quedó conforme con la percepción del viajero. Lo invitó a quedarse a vivir allí, en la capital, y traer a su familia. A lo que el viajero respondió: "¡Dios me libre! !Yo lo que quiero es irme! Ya no aguanto vivir en un reino con un problema de éstos". Y cuando fue a explicarle al rey cuál era el problema, cayó muerto.
Pero después de tantos intentos por resolver algo que no sabían qué era, llegan a esas tierras dos pequeños niños que le cuentan al rey las desgracias que vieron en su camino hacia el reino maravilloso, a lo que el rey gritó ¡BASTA! Gracias a un pajarito cantor, el rey descubre cuál es el problema de su reino: "problemas de la gente". Y es que más allá de lo que lo rodea había miseria, hambre, enfermedades, muerte, puentes caídos, falta de agua... y muchas cosas más.
Una maravillosa historia que nos invita a ver más allá de nuestras narices y a tomar acción para solucionar cualquier problema. Es quizás una crítica social pues nos muestra un pueblo inconforme que no exige y un gobierno ciego que sólo ve perfección. Excelente manera de iniciar a nuestros lectores en el análisis de realidades, recomendado para niños de 10 años en adelante.
La historia se desarrolla en un reino lejano y aparentemente perfecto. Con el tiempo, los recursos naturales y humanos del reino van acabándose, hasta que el rey finalmente se da cuenta de que el tesoro era el reino mismo y que, tras aprovecharse de él sin conciencia, ahora es su gente quien sufre las consecuencias.
Ana María Machado: Premio Hans Christian Andersen, 2000.