La tierra estaba desnuda. Mi misión fue intentar vestirla de verde Wangari Maathay
Si hay algo que hemos descubierto en este trayecto repleto de libros, es que a los niños les fascina saber que una historia es real. Quizás esto hace que su imaginación vuele más alto, llegue más lejos y busque maneras de entender cómo pudo llegar a ser eso que leen o escuchan. Cuando una historia es real, sus miradas sorprendidas se transportan a un mundo en el que, quizás, consigan esa inspiración que los hará hacer una diferencia en el mundo. O quizás sólo encuentren diversión. Y eso está bien. Lo que sí es seguro es que, cuando una historia es real, en sus cabecitas queda sembrada la curiosidad y eso… eso es algo grande.
Wangari y los árboles de la paz es una historia verdadera de África. Esta niña africana creció en Kenia rodeada de árboles, ayudando a su mamá a buscar leña para cocinar, y a cosechar batata, caña de azúcar y maíz. Un día se gana una beca para estudiar en Estados Unidos y parte hacia ese lado del mundo.
A su regreso, seis años después, se encuentra con un lugar completamente deforestado en donde las mujeres tenían que caminar largas distancias para conseguir leña. “¿Dónde están los árboles? (…) ¿Dónde están los pájaros?”, se pregunta. Muchos edificios se han construido, pero nadie ha sembrado árboles nuevos. Buscando ser parte de la solución y no del problema, Wangari comienza a sembrar algunos árboles en su propio patio. Luego siembra hileras de árboles en un descampado. Luego convence a las mujeres de las aldeas y de otras ciudades a hacer lo mismo.
La buena noticia da la vuelta al mundo, pero la tala continúa. Ella se planta firme para proteger a los viejos árboles y la meten en la cárcel. Sin embargo, su objetivo sigue firme y descubre que no está sola. Las mujeres siguen sembrando más y más árboles y renace el verde bosque de Kenia. Wangari y su ejército de mujeres sembradoras plantaron más de 30 millones de árboles en donde antes no había ninguno.
Wangari ganó el Premio Nobel de la Paz en 2004 por su contribución a la paz en el mundo a través del Movimiento Verde. Y es que en la tradición africana, un árbol es sinónimo de paz.
De pequeña, en Kenia, Wangari vive rodeada de árboles. Cuando crece, comienza una masiva deforestación y teme que pronto todo el bosque sea destruido. Entonces decide sembrar nueve arbolitos y comenzar un movimiento ecológico. Wangari Maathai nació en una pequeña aldea en la verde y fértil tierra de Kenia, llegó a recibir el Premio Nobel de la Paz en 2004.